Por Mateo Moreno de 5to Año
Una persona al ser pequeña, al ser la nueva alumna de la vida, no tiende a pensar mucho las cosas. Va corriendo de atropello, sin peligros, sin consecuencias. O eso es lo que un primitivo cerebro nos hace creer, pues con la primer caída, derrumbamos fácilmente esa idea. Respondiendo a los impulsos, obedecemos a lo que nos dicen nuestros padres, nuevamente, sin pensarlo demasiado.
Muchos al pasar el tiempo, creemos desarrollar nuestro propio criterio, y en varios casos es así, sin embargo en algunas personas nunca desaparece ese impulso de acatar ciegamente el orden que alguien ha impuesto. Llegando a adultos sin saber tomar decisiones o encarar algún problema por cuenta propia, y su ideología se basa en una falsa creencia de autonomía, que en realidad no es más que una tarea dada por un profesor y que el alumno se tomó la molestia de decirlo con sus propias palabras.
Este hecho, el de no razonar verdaderamente la información que se recibe, lleva a una sociedad que responde a los problemas como su “ídolo de momento” lo dice. Siendo así, nada más que simples marionetas al servicio de un sistema que encarga misiones a sus peones sin siquiera decirlo, las costumbre es nuestra propia maldición.
La técnica de la repetición ha existido siempre, y así cómo un niño responde afirmativamente a la voluntad de su padre, un humano respondía de igual forma a la voluntad del grupo.
Nos acostumbramos a hacer sin cuestionar, contestar de memoria y rechazar por prejuicio.
Y justamente por todo esto es que no te voy a decir qué hacer, para que vos misma, para que vos mismo, decidas que crees. Para que nadie pueda decirte cómo actuar, para que por cuenta propia puedas formar una opinión, para que puedas formar una persona y no un títere.
En eso se basa la libertad, no en un individualismo, no en rechazar lo que otros dicen, sino en razonar por uno mismo lo que estas personas dicen. Porque no estamos sometidos a la voluntad de nadie, porque somos libres de pensar lo que queramos y nadie puede cambiar eso, es así como debemos abordar a la vida.
Y lamento mucho decirte que, si crees que puedes vivir tranquilamente sin plantearte tu vida, puedo alegar, de forma bastante rebuscada, que no se puede dejar de ser libre. En vos queda cómo usar esa libertad.
Muy bueno